Respetar la naturaleza, conectarnos con los ciclos de la tierra, consumir de forma respetuosa. En La Musona nos esforzamos por estar conectadas durante todo el año con la tierra que nos da de comer porque sabemos que esta conciencia nos ayuda a tomar decisiones desde un lugar mucho más respetuoso.
Por eso vivir los cambios de las estaciones nos nutre tanto , especialmente cuando se trata de iniciar la primavera, ya que es una época que, a nosotros que nos gustan tanto las experiencias, resulta muy deseable.
Es ahora cuando la naturaleza comienza el despertar de su letargo invernal, inunda los campos con un renovado sentido de vida y nos aporta tanta vitalidad.
En nuestra casa, la llegada de la primavera tiene un significado especial . Más allá de la mera transición de estaciones, el solsticio nos lleva inevitablemente a pensar en el profundo cambio que experimentamos tanto en el campo y la tierra, como en nuestro ser.
El júbilo del renacer en la tierra que nos rodea
Cada vez que Jesús sale a cuidar las vacas y los toros es testigo del cambio de estaciones y sí, somos conscientes de que vivimos en un rincón único de la naturaleza privilegiado.
Somos testigos del renacer del verde y el color en su máximo esplendor. Los campos se transforman en un tapiz de tonalidades vivas y diversos olores. Los árboles, desnudos durante meses, estallan en brotes verdes y exuberantes, y las flores silvestres despliegan su belleza efímera.
De nuevo, estamos ante un recordatorio conmovedor de la infinita capacidad de la naturaleza para renovarse , un ciclo constante de muerte y renacimiento que nos conecta profundamente con el universo que nos rodea.
Y es maravilloso y sobrecogedor a la vez . Aquí en el campo y también en la ciudad, porque es lo que tiene el renacer de la primavera, que si uno abre bien los ojos se hace evidente en cualquier lugar.
Una renovación interna es inevitable
Puede que sea sutil, puede que se haga extremadamente evidente, pero cuando las estaciones cambian nosotros también lo hacemos con ellas, un poco, aunque sea.
El equinoccio de primavera no sólo comporta cambios visibles a nuestro alrededor, sino que también despierta algo en nuestro interior.
Es un momento para deshacernos de lo viejo y dar la bienvenida a lo nuevo. Una oportunidad para partir de cero. Los rayos del sol más cálidos y la brisa suave nos infunden con una energía diferente: provocan una sensación de empoderamiento y esperanza. La inspiración renace dejando atrás las múltiples capas con las que el invierno nos la había cubierto.
Celebramos la luz y los buenos momentos
En muchas culturas, el equinoccio de primavera ha estado vinculado a rituales y festividades de fertilidad , tanto humana como de la tierra, por su capacidad regenerativa tan evidente, así como por la armonía que aporta haciendo que día y noche tengan una duración aproximadamente igual.
Pero sin duda, el cambio más evidente es el retorno paulatino de la luz solar , demostrando que la claridad está por encima de la oscuridad. Un símbolo de la ilusión que suponen los días más largos, brillantes y cálidos.
La luz vuelve a acariciarnos durante más tiempo y con ella nos apetece vivir más al aire libre, reunirnos, encontrarnos alrededor de unas brasas o con un buen bocadillo en el campo. Se nos abren las ganas de nuevos planes y de vivir más y mejor.
Desde La Musona oímos ya el chasquido de las brasas mientras los rayos de sol primaverales nos hacen entrar en calor. Nos llega el aroma de la carne mientras la boca se nos hace agua y nos reímos con las personas queridas a nuestro alrededor.
Cada uno tiene su primavera ideal , pero lo que es seguro es que éste es un momento de renacimiento interior, de sentir la brisa suave en la cara y notar la efervescencia de la luz y el color.